sábado, 13 de febrero de 2021

Enero 2.021 Pelea de gallos, de María Fernanda Ampuero

 



Hay un momento en el que el corazón nos dice que se nos acaba de joder la vida. Ese momento es el resultado, el final, el desenlace de un montón de otras cosas que pasaron antes. Un se te acaba de joder la vida que avisa que si no haces algo al respecto la cosa puede terminar peor de lo que crees. Sobre ese momento-hueco en que parece que nos caemos y sentimos que no conseguiremos despegar, circulan la mayoría de las historias de «Pelea de gallos» de María Fernando Ampuero (Páginas de Espuma), un cuentario desgarrador donde caben sin embargo pequeños instantes luminosos.

La violencia que todo lo toca

Lo más destacable de «Pelea de gallos» no es la forma sino la intención. No destacan los relatos por una innovación estética en la estructura de la trama sino por la fuerza que subyace en cada palabra que se dice (y las que no). Ampuero trabaja con la violencia normalizada y la usa de masa para engendrar criaturas más o menos desgarradas. Esa violencia, que proviene de los silencios familiares y se extiende a las relaciones de amistad y de pareja, esa violencia que tiene un eco seductor y perverso que puede jodernos la vida de un instante al siguiente. Sobre ella se centran la mayoría de los cuentos y se construye una obra potentísima y sincera.

Por otro lado, María Fernanda Ampuero escribe con crudeza pero con un dominio de lo breve que me ha asombrado profundamente. Hay en ella una voz soberbia que grita por hacerse oír, y lo consigue. Te sientes atrapada desde la primera página y te sumerges en esa extrañeza que producen ciertos libros y que te lleva a desear habitar en ellos para siempre, por retorcido que pueda resultar en este caso.

La intencionalidad de lo breve no sólo la vemos reflejada en la concisión del lenguaje sino en la elección de cada título que consiste en una única palabra-nombre-identidad. Algunos de los que más dejan en evidencia esa actitud por lo breve, pensando en su estructura y su trama, son «Pelea de gallos» y «Cloro», no porque necesariamente sean los más cortos, sino porque parecen estar llenos de ventanitas que dan hacia otra parte, que permiten reflexionar, observar, cosas que no están en escena pero que forman parte de ella. Lo breve no como la certeza de que la vida puede asirse, sino como un espacio donde soltar muchas chispas, casi invisibles, que permitan la conformación de una realidad más compleja. La forma en la que Ampuero consigue esto es asombrosa.

Cuna de oro, cuna de ogro

Familia. Esa palabra que tanto nos marca-atraviesa-anula se pasea por las páginas de «Pelea de gallos» desde la primera frase. La familia que educa en el maltrato y justifica en el silencio. La familia que obliga a mancharse las manos con sangre y niega su responsabilidad en los problemas de salud de sus hijos. En fin, la familia. Me han tocado —gustar es un verbo difícil de usar en estos casos, ¿cómo puede gustarte (hacer sentir una sensación agradable) una historia que te noquea?— dos relatos especialmente: «Pasión» y «Ali».

«Ali» es realmente un cuento impresionante, que me ha tocado profundamente. Y me ha llevado a pensar en Lucía, una mujer que cuidó de mi abuela paterna en sus últimos años de vida. La forma en la que mi abuela trataba a las personas que trabajaban para ella era denigrante. No eran personas, no tenían sentimientos, eran «la gorda», «la chica», «la paraguaya»… Nunca recordaba sus nombres. Y ellas que no sé de dónde sacaban la paciencia y quizá el cariño aceptaban el trato con sumisión. Lucía era dulce y cariñosa con ella, dos actitudes que les aseguro que no despertaba la vieja.

A mis padres no les gustaba, pero un verano yo encontré en Lucía alguien en quien refugiarme y me pasaba las tardes con ella. Fue quien me enseñó cosas sobre mí misma, esas cosas naturales de las que no se habla, que me sirvieron para entender mejor las cosas que me pasaban. Esas mismas cosas de las que mi madre no me hablaba. He pensado en Lucía con el cuento de la gorda Ali. Las gordas siempre supimos por qué comíamos, como si buscáramos que nuestro cuerpo adquiriese un volumen superior al de la orfandad.

La historia de nuestras vidas

Refugios. Eso encuentran algunos de los personajes. Amistades. Huecos donde respirar. Literatura. Extranjería. Espacios donde reconstruirse después del dolor, de la pérdida, de la anulación. Los relatos de Ampuero son fuertes, no, destructivos, te desarman y desalman, te enfrentan a lo más profundo, a las imágenes que querías que se quedaran enterradas para siempre. Y lo consigue, al utilizar un lenguaje frontal, en que no parece haber punto de regreso, donde todo es cuestionable y cuestionado. En cuentos como «Nam», «Crías» y «Persianas» parece haber algo de eso, momentos de ternura que no siempre se mantienen pero que están ahí, luminosos, contundentes.

Encontrarán aquí un conjunto de relatos que presentan vidas destrozadas por la violencia, criaturas corrompidas por la tristeza y situaciones peculiares, espeluznantes algunas, otras extrañas. La guerra, como el silencio, también se abren paso en los escenarios, transformando la forma de mirar y escuchar las mismas cosas.

Hay, sin embargo, tiempo y espacio para la ternura. Esa que se rebela en el descubrimiento del deseo, de la amistad sincera, de lo que podemos conseguir tan sólo con el cuerpo. Pero en la ternura también aguarda lo perverso, y pienso que Ampuero es capaz de desvelar lo que hay de cínico en los gestos más cotidianos, en las situaciones más inofensivas, como si constantemente se estuviera preguntando por lo que no se ve. Como si no creyera en la armonía, porque cuando las cosas van bien (y digo demasiado bien) es que algo muy siniestro (directamente proporcional) aguarda en una habitación cerrada, en una casa sin ventilar, en un establo.

Después del silencio

En muchas (¿casi todas?) de nuestras casas se hacía lo que él quería, como también ocurre en la mayoría de los cuentos de este libro. Hay hombres poderosos que aparecen y hacen daño, que se aprovechan de la debilidad, del miedo, de la indefensión. Pero también hay mujeres que dicen que sí, que aceptan, que no se rebelan. Y Ampuero no se olvida de ellas.

«Pelea de gallos» es un libro que narra lo que escuece pero sobre todo aquello que durante siglos de educación y moralina se ha ocultado, en un intento de poner sobre la mesa lo único que realmente sabemos de esta vida: que es un territorio desolado en el que más nos vale querernos y cuidarnos y aceptar que ese sabor agridulce, ese olor rancio no va a irse. A aprender a vivir con el pasado también nos enseña este libro.

Fuente: Blog Poemas del alma, Publicado por Tes Nehuén - 6 de abril de 2018


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