En plena
época victoriana, el prestigioso y apacible afinador de pianos Edgar Drake,
especializado en los delicadísimos Erard, es requerido por el ejército colonial
británico para hacerse cargo de un ejemplar muy especial, que se halla en
posesión del erudito comandante médico Anthony Carroll, quien apacigua a las
tribus lo cales con su dominio de la música y la poesía. Carroll había
exigido el preciado instrumento tiempo atrás como condición para permanecer en
su puesto en el corazón de la selva birmana, y continuar así con su estratégica
misión pacificadora.
La
historia se desarrolla en 1886, en las selvas de Birmania. El protagonista, un hombre de
mediana edad llamado Edgar Drake se le encomienda por orden del Departamento de
Guerra Británico el reparar un raro piano Erard de cola perteneciente a un
doctor del Ejército llamado Anthony Caroll. Caroll, quien es raíz de muchos
mitos, encargó que le enviaran su piano con el fin de lograr la paz y la unión
entre los príncipes de Birmania para así fomentar la expansión del Imperio
Británico. Debido a la extrema humedad que habita en el clima tropical, pronto
es catalogado como inservible y horriblemente desafinado. La "misión"
de Drake se vuelve vital para los intereses estratégicos de la Corona. Lo que comienza
como una simple aventura militar lleva a un remolino de complots e intriga
mientras que el médico de la milicia es culpado de traición, el afinador de
pianos recurre con el cirujano mayor en contra de los deseos del personal
militar, e inesperadamente está rodeado de un exuberante entorno lleno de
expectación.
La acción
se inicia con una carta, fechada el 24 de octubre del año 1886 y remitida por
el Ministerio de Defensa Británico, enviada a Edgar Drake, un afinador de
pianos que vive apaciblemente en el Londres victoriano con su joven esposa
Katherine (él tiene 41 años). Se solicita su colaboración para afinar, en
Birmania, un delicado Erard propiedad del Comandante Médico Anthony J. Carroll.
Aunque con métodos poco ortodoxos, el comandante Carroll ha conseguido
pacificar la turbulenta región de los montes y meseta de Shan y el ejército ha
accedido a sus “caprichos” -primero el envío del piano y después de un afinador
que lo recompusiera tras el viaje a lomos de elefante- ante la amenaza de no continuar
con su trabajo.
Se trata,
sin duda, de un militar atípico. Drake “pensó que aquel doctor le iba a caer
bien; no era habitual hallar palabras tan poéticas en las cartas de los
militares. Y él sentía un profundo respeto por los que encontraban un lugar
para la música en sus obligaciones” (pág. 32). El encargo supone para Drake
todo un reto, no tanto físico como personal, y después de un largo viaje por el
Medio Oeste e India, llega finalmente a Birmania, que le atrapa con la misma
fuerza que la hermosa Khin Myo. El afinador realiza su cometido e incluso da un
concierto para una selecta audiencia interpretando a Bach. Pero Carroll quiere
ahora algo más de Drake: que le ayude en el desarrollo de su trabajo y su
particularísima visión de la relación con los nativos. Y como todas las locuras
también esta acaba en tragedia: “Y si no hablan de las lluvias, ni de Mae Lwin,
ni de un afinador de pianos, es por el mismo motivo: porque llegaron y
desaparecieron, y la tierra volvió a secarse enseguida.” (pág. 372).
El volumen
se divide en dos partes claramente diferenciadas -incluso formalmente-: el
viaje y la estancia en Birmania. La primera resulta un tanto extensa, y no por
las doscientas páginas que debemos leer hasta encontrarnos con el excéntrico
comandante Carroll, a quien ansiábamos conocer desde la referida carta, sino
porque algunas de las sub-historias narradas por algunos compañeros de viaje se
antojan superfluas y un tanto inconclusas.
La segunda
parte es mucho más poderosa y es entonces cuando somos verdaderamente
conscientes de la dimensión artística de la obra y de la potencialidad
narrativa de su autor. La simbiosis Drake-Carroll tiene la misma fuerza
dramática que aquella entre Marlow y Kurtz: “Dicen -escribe Drake a su esposa-
que un hombre obsesionado por un piano tiene que ser propenso a otro tipo de
excentricidades, que no habría que confiar en él ni destinarlo a un puesto tan
crucial. […] me cuesta aceptar ese punto de vista, pues si cuestiono al doctor
me cuestiono a mí mismo.” (pág. 181).
Sin duda esta novela tiene
un valor intrínseco innegable -verán como no tarda en versionarse para el
cine-; y tan cierto como ello es que si Mason logra limar pequeñas deficiencias
tonales y dialogales se convertirá en uno de los autores norteamericanos más
importantes del siglo que acabamos de estrenar.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar"(Los afinadores) ... sus caricias son mas delicadas que las de los pianistas, porque sólo ellos conocen el interior del piano...
ResponderEliminar...cuando las palabras no sirven, siempre queda el tacto..."
"...Todavía era de noche, y un gajo de luna corría por el cielo entre indecisas nubes de lluvia..."
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